Ante la oportunidad de un cambio profundo y con múltiples beneficios

En pocos días más se terminará el mes de junio y con él la baja temporaria de retenciones que dispuso el Gobierno nacional desde fines de enero y que le recortó a los principales granos una pequeña parte de la presión tributaria. Fue un gesto positivo y un alivio para miles de productores de todo el país que vienen transitando momentos difíciles por una ecuación económica que no luce bien. Pero principalmente fue una señal hacia un rumbo necesario.
Las retenciones son un ancla que ata al sistema productivo al pasado. No sólo porque remiten a gobiernos que encontraron en ellas la posibilidad de recaudar de una manera simple miles de millones de dólares para sostener un festival del gasto sin sentido, sino que además ralentizaron a todo el sistema productivo argentino en medio de una carrera vertiginosa con competidores de todo el mundo.
La producción argentina hoy debe esforzarse mucho más para poder acercarse a los niveles de otros países. Las retenciones les quitaron herramientas a los productores y eso tuvo una traducción directa en la cosecha de granos del país. Más retenciones implica menores paquetes tecnológicos y resignación de producción.
Pero además, los derechos de exportación, que son una rareza a escala global, porque los países hacen todo lo posible para incentivar las ventas al mundo de su producción, evitan que los recursos irriguen los circuitos económicos más próximos a la generación de esa riqueza. Se trata en definitiva de un proceso por el cual los que producen transfieren recursos propios, pero que además impactan fuertemente en sus comunidades. Todos esos fondos podrían haber circulado en los últimos 25 años en centenares de pueblos y localidades del interior productivo permitiendo generar nuevas oportunidades para sus habitantes. Comercios e industrias que podrían haber crecido de la mano de la actividad agropecuaria y que no pudieron hacerlo. Todo ese crecimiento económico hubiese tenido su correlato en mayores niveles de recaudación de los municipios, provincias y la Nación, generando un sistema más justo y equitativo de distribución de los recursos.
Los cálculos menos optimistas estiman que la recaudación nacional por derechos de exportación acumularon más de 200 mil millones de dólares. Y hoy a mediados de 2025 seguimos padeciendo las mismas dificultades en la logística, con caminos y rutas en mal estado; escasa conectividad en las zonas rurales; una oferta educativa que no logra revertir la decadencia y que se refleja en múltiples estudios oficiales; servicios de salud que permanecen siempre al límite; y una inseguridad que antes se observaba de lejos y con la cual hoy todo el país convive. Fueron dos décadas en las que, al menos, se despilfarró el futuro de una generación de argentinos.
Ante ese estado de cosas, el Gobierno comenzó con la difícil tarea de poner orden en las variables macroeconómicas, absolutamente fuera de escuadra. Es una misión compleja, pesada y por momentos agotadora y lenta. Pero es, sin dudas, el punto de partida necesario. Y en ese camino de “normalización” es imperioso que se comiencen a dar ya señales alentadoras a quienes trabajan y producen. Y las retenciones tienen que ser una prioridad impostergable, para empezar a desatar rápidamente los nudos del pasado y permitirle a miles de productores recuperar el tiempo perdido, para sí y para sus comunidades. La oportunidad está a la vuelta de la esquina.