Del «comprá campeón» a quemar «hasta el último dólar», un viaje vertiginoso y sin frenos

El Banco Central acaba de vender 678 millones de dólares en un día y de esa manera el gobierno de Javier Milei cierra su peor semana desde que está en el Gobierno, cubierto de dudas sobre su capacidad de reacción política y técnico-económica en contextos seriamente adversos. Hubo algunos días peores en venta de dólares desde 2003 hasta acá, como la del 25 de abril de 2018, bajo la presidencia de Mauricio Macri, le gestión económica de Nicolás Dujovne y la presidencia del Banco Central de Federico Sturzenegger: ese día se comercializaron 1.472 millones de dólares. El mismo tridente vendió el 27 de abril de ese año otros US$ 1.382 millones y el 11 de mayo, otros US$ 1.095 millones. El 15 de agosto de 2018, con Luis Caputo en el BCRA, se vendieron 961 millones de dólares y fue la cuarta marca más alta en 22 años. La jornada de ayer se ubicó en el puesto 11°.
Lo cierto es que, desde la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires a manos del gobernador Axel Kicillof, el Gobierno deambula como un boxeador grogui por el ring; alguien acostumbrado a protagonizar la ofensiva y que de pronto debe ensayar un repliegue repentino. No hubo, desde ese momento, una reacción que lograra revertir el nuevo estado de cosas. Pasaron dos semanas y se siguen escuchando voces balbuceantes desde la Casa Rosada. Incluso este viernes en la Bolsa de Comercio de Córdoba, un ámbito fuertemente favorable para Milei y su gestión, el tono del presidente fue apocado, careció de sus contrastes habituales y recibió -llamativamente- del otro lado, tenues aplausos a lo largo de su discurso. Esa imagen fue bien diferente a la registrada ocho meses atrás, poco antes de Navidad, cuando Milei se paró ante el mismo público por última vez. En aquel momento venía envalentonado con un proceso inflacionario que había cedido desde el pico de los 25 puntos mensuales; un equilibrio en las cuentas que se consolidaba y una economía que daba algunas señales de recuperación, con sectores muy dinámicos, especialmente en el agro, el litio, el oil y el gas. El Presidente prometía una consolidación del crecimiento y la continuidad del ordenamiento fiscal a nuevas etapas.
«Ya se están dando las señales de que la economía está despegando a ritmo vertiginoso», decía el 20 de diciembre en la Bolsa de Comercio de Córdoba, y anticipaba la salida del cepo, algo que meses después concretaría para las personas físicas, pero que ahora debió cerrar para los accionistas, gerentes de bancos y sus familiares por 90 días.
Pero ese no es el único contraste en apenas 8 meses. Aquel era un Milei que arremetía con sus banderas de destrucción del Estado, los curros de la casta, la corrupción y daba por descontado que en las elecciones de medio término tomaría la fuerza parlamentaria suficiente para imponer su agenda «con reformas de segundo y tercer orden». El que se vio ayer en la Bolsa fue otro Milei, y quienes lo escuchaban en la sala lo notaron desde el primer minuto. Todo el clima fue distinto.
Es uno que debe explicar todavía su rol y el de su hermana Karina en la causa $Libra; qué pasó con los sobreprecios en ANDIS; y si en su gestión hay una matriz de corrupción que incluye a figuras relevantes. Pero además, ahora deberá mostrar que su armado político puede seguir creciendo y no que ya tocó su techo e ingresó en la pendiente. Porque aquel que no dudaba en ganar las elecciones de medio término, hoy está envuelto en un mar de incertidumbres electorales y mostrando escasos incentivos en las listas de candidatos para despertar el respaldo a La Libertad Avanza. Esas listas fueron pensadas para un Milei en plenitud, con fuerza y viento a favor. Ahora están navegando con ignotos postulantes y viento en contra.
Además, la turbulencia no es sólo cambiaria. En la Bolsa de Comercio el Presidente destacó que habían roto el mito del pass through en plena escalada del dólar. Hasta aquí es cierto que no hubo un pase directo a precios, pero cuánto más podrán resistir las góndolas ese efecto contagio. Hay un solo elemento que sirve de dique: el cada vez más escaso poder de compra de los bolsillos. Hay muchos bienes y servicios que si suben los precios pagarán directamente con caída de ventas. Ahí corren con ventaja algunos rubros como las empresas de medicina prepaga, que el Gobierno amagó con controlar y luego dio luz verde: hoy directamente se dedican a aplicar en las facturas el índice inflacionario del mes anterior, sin tener en cuenta si sus afiliados recuperaron en la misma proporción sus ingresos.