La basura, el piso alto y la mirada al gobierno de Llamosas

El conflicto de la basura asoma como el segundo de mayor relevancia en lo que transcurrió de la gestión de Guillermo de Rivas al frente de la Municipalidad, luego de los hechos de inseguridad que desataron una ola de reclamos en las calles durante el último verano y que obligó a la Provincia a intervenir de manera directa y a conformar mesas interinstitucionales como respuesta a las quejas crecientes de la ciudadanía.

Pero el episodio de la semana pasada fue otro mojón importante, por las características del servicio que se resiente por un lado, y por la magnitud del contrato que está a pocas semanas de finalizar y que no tiene por ahora definido ni siquiera una intención clara de parte del gobierno municipal de cómo seguir.

En el primer punto, la basura siempre acarrea un plus cuando hay dificultades porque las bolsas en la calle y los riesgos que eso implica para la salud pública la ponen entre los problemas que ningún intendente quiere tener. Pero luego, que eso ocurra con un servicio por el que todos los meses el Municipio paga más de 2.200 millones de pesos, es doblemente inquietante. En este punto se abre otro interrogante mayor aún: ¿puede la ciudad seguir gastando ese dinero ajustado para un nuevo contrato? En el gobierno de De Rivas hay casi plena coincidencia en que la cifra excede cualquier posibilidad de las arcas locales. Y al revisar el contrato claramente ponen la mirada en el espejo retrovisor y las dos gestiones de Juan Manuel Llamosas. En el Palacio de Mójica hay una mirada sobre eso que plantea por primera vez un contraste entre ambos gobiernos del mismo signo político y casi el mismo plantel de gestión: «Juan Manuel, para evitar los conflictos, le dio a la empresa siempre todo lo que quería, en un momento en el que los recursos por ahí no eran tan escasos como ahora. Eso dejó un piso muy elevado, especialmente cuando se sufren tiempos de escasez como los actuales. Evitar el conflicto con Cotreco tiene un precio muy caro. Y ahora estamos en una encrucijada, con un costo altísimo y con recursos muy limitados», se sinceró un funcionario a la salida del Palacio, sobre calle Yrigoyen.

Lo cierto es que mientras corre la conciliación obligatoria y la recolección por ahora se normalizó, esa ecuación descompensada hace pensar que luego del paréntesis administrativo la salida podría no estar cerca. Por lo pronto, el contrato con Cotreco vence a fin de año y con la prórroga ya gastada. Empieza a correr la cuenta regresiva en 60 días para definir un nuevo pliego, que debe pasar por el Concejo en doble lectura y que debe encontrar una empresa para prestar el servicio a partir del 1° de enero. Frente a ese calendario, no son pocos los que observaron que la actual administración «se durmió» y que debería haber afrontado antes este tema para encontrar con tiempo una salida sin conflicto. Esa posibilidad ahora ya caducó. Es tiempo de la salida menos mala.